¿Por que estudiar Ciencia Política?

Patricio Navia
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En lo que sigue, argumento dos razones por qué es una buena idea estudiar ciencia política. La primera razón es más bien una historia personal de por qué yo me decidí a ser un cientista político. La segunda razón es una reflexión sobre los desafíos que presenta el mundo actual y las herramientas que poseemos los cientistas políticos que nos permiten abordar exitosamente esos desafíos.

Primera Razón: Construir puentes, construir países

Pese a ser chileno, he vivido en Estados Unidos desde los 17 años (eso significa que el 9 de mayo, al cumplir 38 años, habré vivido más de la mitad de mi tiempo en Estados Unidos —cualquier crítica por tener un acento ‘raro’ me parece, por lo tanto, injustificada; lo raro es que todavía tenga algo de acento chileno). A los 18 años, habiendo terminado el High School, entré a la University of Illinois at Chicago (UIC) con la idea de titularme como ingeniero cuatro años después. Ya que siempre las matemáticas habían sido mi fuerte y considerando que después de vivir en Estados Unidos por un año, mi inglés era bastante limitado, me pareció que estudiar ingeniería era una alternativa obvia.
Como todo buen hijo de familia de clase media provinciana de Chile, cuando niño siempre dije que quería ser abogado o ingeniero. La medicina, y la salud en general, la descarté desde muy pequeño por el dolor de estómago que me producía ver heridas y enfermos. Al comenzar mis estudios universitarios, creí que por motivos de idioma, la opción de abogacía debía quedar descartada. Así, después de mi primer semestre en la universidad, y pese a que las clases de cálculo me resultaron bastante más complicadas de lo que esperaba, mi convicción de que sería un ingeniero se consolidó.

Pero desde pequeño me había gustado la política y en especial había desarrollado un interés por leer y aprender sobre las vidas de los presidentes de Chile y de otros países. Como yo había iniciado mis estudios universitarios en Chicago en septiembre de 1988, el fervor político que entonces se apoderaba de Chile también me alcanzó. El proceso de reforma política en la Unión Soviética y las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre de 1988 me llevaron a participar activamente de algunos eventos políticos organizados por grupos más bien aislados y marginales en UIC. Junto con motivarme a tomar cursos sobre historia de América Latina, esa participación despertó mi interés por tomar algunos cursos de ciencia política.Uno de los primeros cursos en los que me inscribí fue “Mathematical Models of Political Science”.

Intrigado por el título del curso, lo inscribí como optativo. Resultó ser un curso sobre teoría de juegos y teoría de elección racional. Después de revisar el modelo del votante mediano (median voter theorem), nos abocamos a los problemas clásicos de problemas de acción colectiva, la paradoja de Arrow, el dilema del prisionero y otros problemas similares. Como el curso requería que uno escribiera un trabajo sobre un problema de política actual donde aplicara alguno de los modelos aprendidos en clase, yo escribí algo bastante básico sobre la transición a la democracia en Chile.

Después de terminado el curso, cuando fui a buscar mi trabajo donde el profesor, tuve una conversación que me motivó a asumir lo que ya venía madurando hacía varios meses, un cambio de carrera. El profesor me preguntó qué estudiaba. Cuando le expliqué que quería ser ingeniero, me contestó con una analogía que, supongo, con los años he venido adaptando e idealizando, pero que en esencia era más o menos así. “Los ingenieros construyen puentes y caminos. Bien. Pero en general ya sabemos cómo se construyen los puentes y caminos. Hay que aplicar modelos ya conocidos. Pero los cientistas políticos que aprenden las herramientas adecuadas pueden construir instituciones democráticas y países. Y ahí si que no sabemos cómo hay que hacerlo.”

En esos días, decidí abandonar la ingeniería y me cambié de carrera a ciencias políticas y sociología. En mayo de 1992, a los 22 años, obtuve mi título de Bachelor of Arts in Political Science and Sociology en la University of Illinois at Chicago. Dos años después obtuve un Master of Arts en ciencias políticas en la University of Chicago. Después de trabajar en por tres años en un campo que tenía más que ver con la administración educacional que la ciencia política, decidí volver a la universidad para obtener mi doctorado. Como el profesor con quien había trabajado en mi tesis de maestría se había mudado a New York University, postulé a esa escuela. Seis años después me titulé de doctor en ciencias políticas a los 33 años de edad. No sé si algún día me toque construir instituciones democráticas o países, pero participar en debates públicos argumentando motivos para mejorar las instituciones democráticas que existen en Chile y en otros países me ha dado satisfacciones mucho mayores de las que me hubiera podido generar la construcción de cualquier puente o cualquier camino.

Segunda Razón: adquirir herramientas más que aprender oficios

A diferencia de un médico, un profesor o un sicólogo, los cientistas políticos no tenemos un oficio definido al terminar nuestros estudios. En muchas ocasiones creo que eso representa un grave problema de nuestra disciplina.Nunca he visto en ningún aviso del periódico “se necesita cientista político.”Pero los cientistas políticos tenemos herramientas que nos permiten acceder en forma flexible y efectiva a una variada gama de actividades. Desde la enseñanza a la consultoría, desde la asesoría de empresas a la política misma, desde las empresas de análisis estratégico hasta puestos burocráticos de gobierno, los cientistas políticos poseemos herramientas que nos permiten adaptarnos fácilmente a las demandas de un mercado laboral cambiante donde es mucho más importante tener herramientas que permitan abordar exitosamente problemas nuevos que poseer oficios y capacidades que sólo nos permiten abordar problemas conocidos con antelación. En la medida que los mercados laborales se adaptan para responder a las nuevas tecnologías y los nuevos desafíos, la necesidad de aprender herramientas más que oficios se torna particularmente importante en las carreras profesionales.

Ahora bien, no todos los cientistas politicos poseen las mismas herramientas porque no todas las escuelas preparan de la misma forma a sus alumnos.Creo que muchas escuelas pecan de enfocar demasiado el componente de administración pública en sus alumnos, cerrando así las puertas para que éstos vean el sector privado como un espacio de futuro desarrollo profesional. A su vez, muchas otras escuelas enfatizan en demasía el componente de filosofía y teoría política clásica en la formación de sus alumnos, forzándolos así a buscar carreras esencialmente académicas como avenidas de desarrollo profesional. Las escuelas exitosas de ciencia política deben combinar herramientas de teoría política y buena capacitación en el diseño, análisis e implementación de políticas públicas con otras herramientas que permitan a los alumnos tener una caja de herramientas (toolbox) que les permita solucionar futuros desafíos laborales que hoy son difíciles de imaginar. Estas herramientas incluyen, a mi modo de ver, tres componentes: métodos cuantitativos, capacidad analítica y capacidad de comunicar exitosamente las ideas.

El primero es tal vez el más difícil de promover entre muchos alumnos que simplemente no gustan de las matemáticas y que por eso se dedican a las ciencias sociales. Creo que es un error renunciar al desafío de aprender bien matemáticas. La estadística y los modelos económicos en la ciencia política tienen una importancia creciente. Desconocer eso representa un grave error. Pero es peor aún que aquellos que tienen preocupaciones políticas y conocimiento de teoría política y política comparada ignoren los métodos cuantitativos precisamente porque el mayor daño que le pueden hacer los números a la ciencia política es llevarla a olvidar los verdaderos problemas que los cientistas políticos queremos resolver. Un buen análisis estadístico requiere tanto de un buen manejo de herramientas metodológicas avanzadas como de la capacidad de hacer buenas preguntas. Los economistas poseen lo primero, pero a menudo no tienen el entrenamiento adecuado para hacer las preguntas adecuadas. Así, terminan respondiendo preguntas irrelevantes o basan sus modelos en supuestos inaplicables.Los cientistas políticos que saben utilizar las mismas herramientas cuantitativas que dominan los economistas pero que, también, tienen la capacitación adecuada para hacer las preguntas correctas y utilizar los supuestos adecuados pueden contribuir mucho más a la disciplina y a las ciencias sociales en general.

La segunda herramienta que debieran adquirir los alumnos de ciencia política es la capacidad analítica. Esto no es lo mismo que ser capaces de dominar los métodos cuantitativos. La filosofía política, la política comparada y las relaciones internacionales pueden contribuir a desarrollar esta invaluable herramienta que todo cientista político debiera poseer. Aquellos que son capaces de abordar adecuadamente un problema, de reformular una pregunta, de buscar respuestas y desarrollar hipótesis tendrán mucho más éxito en cualquier ambiente laboral que los que sólo aprenden oficios específicos. Un buen analista tiene la capacidad de aplicar su caja de herramientas de análisis a problemas diferentes, a otras áreas y, lo más importante, puede también utilizar su capacidad analítica para anticipar nuevos problemas y desarrollar estrategias para abordar desafíos diferentes que inevitablemente surgirán en el futuro.

Finalmente, las escuelas de ciencias políticas debieran ser capaces de enseñar a sus alumnos a comunicar exitosamente sus ideas.Esto tanto en el plano oral como el escrito. Una idea mediocre bien comunicada a menudo es más convincente que una gran idea que no fue exitosamente comunicada. La capacidad de escribir claro, sucinto y ordenado es una herramienta que deben poseer todos los cientistas políticos. Ser capaz de hablar bien, de tener pedagogía y claridad en la comunicación oral son también requisitos para que los cientistas políticos puedan ser exitosos. Las buenas escuelas de ciencias políticas incentivan a sus alumnos a escribir artículos, ensayos y documentos (papers), pero también los motivan a participar en debates y diálogos donde se adquieran herramientas de comunicación oral. Un buen cientista político debe ser un buen comunicador.

En la medida que los cientistas políticos posean estas tres herramientas, podrán abordar exitosamente el desafío laboral de tener que ofrecer sus servicios en un mercado donde no hay ningún aviso que requiera la comparecencia de un cientista político. Pero, mejor aún, con estas herramientas lograrán ventajas comparativas frente a titulados de otras carreras cuya fortaleza radica en haber aprendido oficios y cuya debilidad reside en su inflexibilidad para enfrentar los nuevos desafíos y retos de un mundo globalizado siempre cambiante. Por su flexibilidad y por la amplitud de herramientas que poseen, los cientistas políticos bien capacitados serán cada vez más competitivo en el demandante y siempre cambiante mercado laboral.

1 comentarios:

Lucía dijo...

Me sirvió de mucho leer tu publicación, ya que desde hace tiempo quiero estudiar ciencias políticas. Apenas tengo 16 años pero siempre me ha interesado al igual que tu lo comentas mirando personalmente que es bueno estudiar esta carrera.
El problema que tengo, es que en Chile no he encontrado muchas universidades que impartan esta carrera, la más seria hasta el momento para mí, es la Universidad de Chile, pero como desearía regodiarme en encontrar la universidad que quisiera, como les ocurre a las personas que quieren estudiar medicina,ingeniería,carreras tradicionales.
Pero esto no me va a truncar mi sueño, admiro tu pensamiento al respecto de la ciencias políticas y espero algún día ser colega tuyo.

Saludos desdes Chile...

Atte. Lucía Aymani.