El voto voluntario es un retroceso histórico

La opinión pública ha tomado conocimiento de la reciente aprobación, en la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia del Senado, de las normas relativas a la inscripción automática y al voto voluntario. Con ello, se busca enfrentar el hecho de que los jóvenes no se inscriben en los registros electorales, así como la crítica ciudadana hacia la actividad política.

Varios de los firmantes, miembros de la comunidad politológica y constitucional chilena, han intentado advertir acerca de los peligros, además del flagrante retroceso histórico, que supondría la aprobación del voto voluntario por parte del Congreso.

La oportunidad de la inscripción automática no está puesta en cuestión. En un país donde existe esta modalidad para el servicio militar, no se justifican las barreras existentes para constituirse en ciudadano. Sin embargo, los argumentos para cuestionar el voto voluntario son varios y contundentes: el voto es una institución fundamental de la democracia y forma parte de los rituales con los cuales renovamos nuestra pertenencia a una comunidad política. En efecto, representa uno de los pocos deberes que tienen los ciudadanos respecto de la comunidad nacional que los cobija, junto con el de contribuir al erario nacional mediante el pago de impuestos (algo que nadie pensaría debiera ser dejado a la discreción de las personas).

Pertenecer a una comunidad nacional demanda un mínimo de esfuerzo de parte de sus integrantes. No debe olvidarse la doble naturaleza del derecho a sufragio: derecho político y función, o deber, según lo reconoce la tradición republicana democrática desde hace más de dos siglos. Ser convocados a votar periódicamente no sólo no representa una carga excesivamente gravosa para los ciudadanos, sino que propende a la formación de una cierta virtud cívica. No es razonable pretender gozar de todos los beneficios de pertenecer a una comunidad nacional determinada sin estar dispuestos a realizar un mínimo de esfuerzo para contribuir a la salud política de la misma.

En el caso del voto, no puede aplicarse el criterio de la libertad individual sin cortapisas, como ya se ha venido haciendo en casi todas las esferas de la sociedad chilena, al punto en que hemos pasado de una "economía de mercado" a una "sociedad de mercado". Sólo faltaría este último empujón para pasar a una "política de mercado", el que se produciría con una disposición de este tipo.

El voto voluntario tiene más efectos negativos que supuestas ventajas. Es nuestro deber anticipar algunas de esas consecuencias:

1. Se producirá un aumento de las desigualdades, en un país ya escandalosamente desigual, por cuanto la predisposición a votar es mayor en los sectores que cuentan con más recursos económicos y políticos;

2. Se verá una disminución de la participación electoral -como lo demuestra ampliamente la evidencia- que concluye que el único recurso que aumenta la participación electoral es el voto obligatorio;

3. Se producirá un aumento de la importancia del dinero en la política, por cuanto los partidos y candidatos se verán obligados a destinar mayores recursos para movilizar a electores más desconfiados y apáticos. En suma, observaremos un retroceso al siglo XIX: voto censitario, en la práctica, y la institucionalización del cohecho (o compra de votos).

Se ha informado que el Senado discutirá en particular esta iniciativa, en primer trámite constitucional, el próximo 6 de enero de 2009. Hacemos un llamado a los honorables senadores a que ponderen bien los motivos que desaconsejan el voto voluntario, siendo preferible la situación existente, aun reconociendo que es deficiente. Debemos aprender de la experiencia de anteriores reformas a la Constitución, hechas sin el suficiente examen de sus alcances y consecuencias.

La envergadura de esta decisión aconseja tomar el tiempo necesario y abrir un debate más amplio acerca de las implicancias que tendría para nuestro país la introducción del voto voluntario si es que queremos avanzar hacia la construcción de una comunidad basada equilibradamente en derechos y obligaciones.

MARÍA DE LOS ÁNGELES FERNÁNDEZ
CARLOS HUNEEUS
JAVIER COUSO
J. SAMUEL VALENZUELA
TOMÁS VIAL
FRANCISCO ZÚÑIGA
EDUARDO ARAYA
MANUEL ANTONIO GARRETÓN
TOMÁS CHUAQUI
PATRICIO ZAPATA
HUMBERTO NOGUEIRA
CLAUDIO FUENTES

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