Democracias Totalitarias y Revolucionarios Bolivarianos

Cristian Leyton Salas
La Tercera

A proposito de la próxima visita de Hugo Chavéz a Chile...

El diccionario de la Real Academia de la Lengua define el concepto de Totalitarismo, como aquel "régimen político que ejerce fuerte intervención en todos los órdenes de la vida nacional, concentrando la totalidad de los poderes estatales en manos de un grupo o partido que no permite la actuación de otros partidos”. Cabe tener presente esta conceptualización a la luz del nuevo fenómeno de “democracia totalitaria” que se cierne sobre algunos países de la región.

Uno de los principios básicos de los regímenes democráticos (capitalistas) es que el poder político, es decir el derecho para gobernar, está sustentado sobre la base de un pacto entre aquellos que entregan parte de su libertad a cambio de seguridad. Este pacto se materializa y legitima gracias al principio del 50% + 1, o mayoría absoluta.

Las mayorías absolutas son las que finalmente gobiernan, pero deben hacerlo para todos, incluida esa minoría relativa que pierde. Incluso aquellos regímenes autocráticos que llegan por la vía de la fuerza saben que deben pasar por el test de la blancura: legitimar su poder por medio del principio de la mayoría absoluta. La estabilidad de su gobierno depende de ello.

No obstante lo anterior, digamos que la estabilidad del régimen pasa por tres formas de acción política sobre las masas.
La primera, a través del uso de la fuerza directa o indirecta: un régimen del terror puede imponerse a fin de generar obediencia y sumisión. La segunda, a través de un régimen que alcanza el poder por la vía democrática, pero que adopta la lógica chavista: la democracia totalitaria se instala, con la dictadura de la mayoría absoluta del electorado. La tercera y última, a través de la vía bolivariana de accesión al poder, pero a lo que debemos agregar, la desfragmentación de la minoría relativa, evitando con ello la reorganización de este segmento del electorado, utilizando para ello, una política sistemática de persecución de los liderazgos de Oposición. Rosales es un claro ejemplo de ello.

No podríamos comprender lo anterior en ausencia de un factor central: las nuevas formas que las fuerzas Opositoras a los regímenes bolivarianos están adoptando. Si antes estas fuerzas estaban diseminadas en el espacio nacional, ahora han adoptado la lógica de Fuerzas Opositoras Territoriales. En otras palabras, la Oposición se aglutina en torno y en función de espacios territoriales delimitados y claramente definidos. Liderazgos de corte nacionalistas y casi caudillistas emergen. El espacio territorial de Zulia, al noroeste de Venezuela, por ejemplo aglutinó a la oposición de Manuel Rosales, actualmente asilado en Perú. Lo mismo ocurre con Guayaquil, y su alcalde, José Nebot. Una nueva forma de oposición, la territorial está surgiendo. Mucho más fácil de desarticular al ser de naturaleza personalista y delimitada territorialmente. Lo anterior es posible por la concentración geográfica de las elites económicas. La polarización natural que despiertan los regímenes bolivarianos en los sistemas políticos genera esta reacción, que pueden incluso despertar sentimientos nacionalistas y secesionistas.

Señalemoslo, el bolivarianismo desarrolló una nueva forma de legitimarse. Referendos y elecciones son sus principales instrumentos de acción. La lógica de una democracia referendista se impone, lenta pero progresivamente. El movimiento “bolivariano” está consciente que necesita sustentar el régimen sobre la base de una nueva legitimidad. Para ellos, los bolivarianos, la democracia con apellido “capitalista” es por esencia “ilegitima”. Los principios que sustentan ideológicamente el Socialismo del Siglo XXI así lo indican, por lo que deben refundar todo el sistema político. Por esta razón, el Gobierno venezolano ha sido cuestionado recientemente en cuanto al tipo y naturaleza de la “democracia” que está edificando. La democracia representativa venezolana no respondería a los 13 estándares que definen a este modelo de gobierno según la Carta Democrática Interamericana suscrita por los miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA). La razón anterior podría empujar al régimen chavista venezolano a dejar la OEA y crear una organización alternativa.

Esta nueva forma de comprender la democracia por parte del bolivarianismo nos indica que un fenómeno sacude los cimientos de estos regímenes: los gobiernos de mayorías absolutas están gobernando en contra y no con las minorías relativas que quedan. Pero más allá de esta constatación es que existen fenómenos que le son anexos y que tienen el poder de alterar incluso el concepto de democracia tradicional. El arribo del movimiento bolivariano y del chavismo al espacio sudamericano ha traído consigo nuevos procesos políticos, entre ellos, la lógica de lo que denomino como democracia totalitaria: el gobierno de la mayoría impone un cambio estructural de los sistemas políticos por medio de las refundaciones de los cimientos que sostienen las democracias tradicionales. Una característica central aparece: Todos los procesos de transformaciones institucionales son realizados por la vía y dentro del orden constitucional vigente, pero el resultante de dichos procesos refundacionales con claramente autoritarios.

En las democracias totalitarias un sistema de partido único de facto ve la luz; la separación de los poderes deja de existir, no en lo formal, pero si al exacerbarse la lógica presidencialista, frente a un poder legislativo débil o controlado totalmente por el régimen; la libertad de expresión es diezmada, etc…

En términos generales, el modelo de democracia totalitaria bolivariana al desechar los principios básicos que sustenta el “gobierno del pueblo para el pueblo y por el pueblo”, parafraseando a Abraham Lincoln, está quedando al margen del sistema regional democrático. Contravienen a la Carta Democrática Interamericana y de paso, cristalizan la idea, según la cual, el totalitarismo está de vuelta en América latina.

Lo interesante y novedoso aquí es que Hugo Chávez hace lo que dice, y nos previene acerca de lo que hará. Es un hombre de palabra. Por primera vez el lobo no se viste con piel de oveja.

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