El poder americano en el siglo XXI

Joseph S. Nye Jr.
La Tercera
14/09/2009

Según las proyecciones del Consejo Nacional de Inteligencia de EEUU, en 2025, el dominio americano habrá "disminuido mucho". El presidente ruso, Dmitri Medvedev, ha considerado la crisis financiera de 2008 una señal de que el predominio mundial de EEUU toca a su fin. ¿Cómo podemos saber si esas predicciones son correctas?

Debemos desconfiar de las engañosas metáforas relativas a la decadencia orgánica. Los países no son como los seres humanos, con duraciones de vida previsibles. Por ejemplo, Roma siguió en posición dominante durante más de tres siglos después del apogeo del poder romano. No sucumbió ante otro Estado: sufrió una muerte lenta tras mil ataques de tribus bárbaras.

De hecho, pese a las predicciones de moda acerca de que China, India o Brasil superarán en los próximos decenios a EEUU, la transición clásica del poder entre los grandes estados puede ser un problema menos grave que el ascenso de bárbaros modernos: en un mundo basado en la información y con inseguridad cibernética, la difusión del poder puede ser una amenaza mayor que la transición del poder.

Así, pues, ¿qué significará el ejercicio del poder en la era de la información? ¿Qué recursos producirán poder? El saber tradicional siempre ha sostenido que el Estado dotado con el mayor ejército prevalece. Pero en una era de la información el Estado (o una entidad no estatal) que disponga del mejor relato, puede ser el que venza.

El poder siempre depende de las circunstancias. A mediados del siglo XX, Stalin preguntó en tono despreciativo cuántas divisiones tenía el Papa. Cuatro decenios después, el Papado seguía intacto, mientras que el imperio del líder ruso se había desplomado.

En el mundo actual, la distribución del poder se parece a un juego de ajedrez de tres dimensiones. En el tablero de arriba, el poder militar es, en gran medida, unipolar y es probable que EEUU siga siendo la única superpotencia durante algún tiempo. Pero en el tablero del medio, el poder económico, ya lleva más de un decenio siendo multipolar, donde EEUU, Europa, Japón y China son los jugadores más importantes.

El tablero de abajo es la esfera de las transacciones transfronterizas que escapan al control estatal. Forman parte de él diversos protagonistas no estatales, como, por ejemplo, banqueros que transfieren electrónicamente sumas mayores que la mayoría de los presupuestos nacionales. En el otro extremo, terroristas que transfieren armas o piratas informáticos que son una amenaza para la seguridad cibernética. También están amenazas como las pandemias y el cambio climático.

En ese tablero de abajo, el poder está muy disperso y carece de sentido hablar de unipolaridad, multipolaridad o hegemonía. Incluso después de la crisis financiera, es probable que el vertiginoso ritmo del cambio tecnológico siga impulsando la globalización y las amenazas transnacionales.

El problema del poder americano en el siglo XXI es que cada vez hay más cosas que escapan al control de, incluso, el Estado más poderoso. Aunque EEUU tiene un buen rendimiento en materia militar, muchas cosas escapan a este ámbito.

No basta con concebir el poder sobre los demás; también, el poder para alcanzar objetivos. Respecto de muchas cuestiones transnacionales, conceder poder a los demás puede contribuir a la consecución de los objetivos propios. El problema del poder americano en el siglo XXI no es el de la decadencia, sino el de la necesidad de reconocer que incluso el país más poderoso no puede lograr sus fines sin la ayuda de los demás.

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