Cambio climático: una agenda desacoplada

Aldo Cerda
La Segunda
18/06/09

Cuando no terminan aún de decantarse las reacciones contrarias a una propuesta desafortunada para la implementación del Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas, la agenda de Copenhague referida a los compromisos de reducción de gases efecto invernadero para el período post-2012 amenaza con imponer restricciones mucho mayores a la economía nacional, sin un debate público ni menos un consenso.

El trabajo de muchos profesionales vinculados con la aceptación de Chile como miembro de la OCDE los ha hecho sensibilizarse de la agenda de cambio climático de los miembros de ese club. En el último año es posible constatar una resignación de su parte respecto a que debiéramos aceptar compromisos de reducción de emisiones, sobre todo con el precedente de México, que acordó bajar las propias en un 50% al 2050.

El único estudio disponible muestra que las emisiones de Chile más que se triplicarían al 2030, producto de la intensificación en el uso de carbón y del crecimiento del sector transporte. Aun cuando bajo cualquier criterio enfrentaremos un escenario de negociación complejo, la experiencia de España, que lo hizo sin información base de las consecuencias que tendría su compromiso de reducción de emisiones en el Protocolo de Kyoto —y que le significó luego un brutal impacto económico, ya que debió imponer costos gigantescos de transformación de su parque energético—, debiera alertarnos.

Hasta la fecha, el sector privado ha visto el tema de cambio climático más como una oportunidad derivada de la existencia de un difuso mecanismo de "mercado del carbono", y sólo recientemente algunos sectores han comenzado a preocuparse por la creciente demanda de informar acerca de la huella de carbono de sus productos, avizorando que el paso siguiente apunta a la reducción sistemática del mismo. ¿Sabrán que, tanto como reducción de emisiones a nivel país, también se han propuesto reducciones por sectores específicos?

Gran Bretaña ha definido como objetivo reducir en 80% sus emisiones al 2050. Resulta provocadora la visión de un país que usó la disponibilidad de carbón barato como base de la revolución industrial y que hoy apuesta a construir ventajas competitivas en la descarbonización. Mientras tanto, sin estudios de base, sin política y sin diálogo relevante, Chile dispone de menos de cinco meses para enfrentar Copenhague. No nos extrañemos de que la improvisación nos haga hipotecar parte importante de nuestra competitividad futura.

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