Gerardo López Alonso
LA NACION - Bs. Aires
23 - 06 - 09
Comencemos con dos postulados: 1) la economía de Cuba está colapsada; 2) en parte debido a esto, la transición se acelera: la saga de los Castro llega a su fin.
Raúl Castro se complica en la medida en que su gestión no produce las reformas esperadas. Esto se explica porque su poder se asienta en un conjunto de militares que son los beneficiarios de lo que todavía queda de rentable en la isla, a través de empresas estatales que ellos controlan. Entre ellas, hotelería, restaurantes y todo el movimiento que se genera en torno al turismo, incluida la floreciente prostitución, que supera con creces a la que justificó la caída de la dictadura del "sargento" Fulgencio Batista.
Cuba retorna hoy a la escena internacional. La OEA le abrió sus puertas. Pero, ¿cuánto importa, verdaderamente, Cuba en el siglo XXI? Y, en todo caso, ¿a quiénes les importa y por qué razones?
Una primera respuesta: sobran interesados en sacar algún partido, o cuando menos no quedar al margen de la imparable transición.
Previsiblemente, y en primer lugar, Estados Unidos. Más allá de la retórica de Obama sobre la democracia y los derechos humanos en la isla, es evidente que Washington quiere protagonizar el proceso o, por lo menos, ejercer un control tan exclusivo como sea posible de la transición.
Las razones: proximidad (90 millas entre La Habana y Key West), intereses económicos e imperativos geoestratégicos. Históricamente, Estados Unidos nunca quiso alborotos (salvo los propios) en el "patio trasero" del Caribe. Esto, desde luego, se aplica principalmente a otros aspirantes a entrometerse.
Hay otros interesados: ante todo, la Rusia imperial de Vladimir Putin, que, como parte de su nueva grandeur , mira hacia Cuba como base de bombarderos estratégicos, como puerto para sus naves y, eventualmente, asiento de tropas o (¿por qué no?) de emplazamientos misilísticos. Dentro de la lógica de Moscú, esto no es diferente de lo que hace Washington cuando anuncia instalaciones antimisiles en Polonia y en la República Checa.
La lista sigue con la Venezuela bolivariana de Chávez, que por un lado ayuda a La Habana con combustibles, y, por otro, sueña con acrecentar su influencia en la isla durante la transición. Esto involucra a toda la América bolivariana: la propia Cuba, Ecuador y, un poco más lejos, el Paraguay del prolífico Lugo y la dubitativa Argentina kirchnerista.
Pero, en el caso de Venezuela, lo trascendente es su aproximación al conflictuado Irán del ayatollah Alí Khamenei y el presidente Ahmadinejad. Ya hubo avances de ambos lados para crear un centro del Irán chiita en el país de Chávez. Imaginar a Teherán interesado en la transición cubana no es un pensamiento temerario.
Otro conjunto de actores nada despreciables tiene relación con Washington. Es el complejo mundo del exilio cubano. El cruce interno de posiciones políticas e intereses económicos excede los límites de este análisis. Pero nadie ignora la presencia (y presión) del lobby cubano en los Estados Unidos. Los antagonismos van a saltar al primer plano en cuanto se lance la carrera de la transición.
La Cuba de los tiempos finales de Fidel Castro en el poder había pasado, por lo menos en la agenda de los Estados Unidos (y posiblemente también en la del mundo), a un remoto puesto dentro del ya remoto lugar que ocupaba y en parte sigue ocupando América latina en general. Pero eso cambió rápidamente: hoy tenemos un "caso cubano" y la isla es muy visible? en muchas agendas.
El autor es profesor de Análisis Internacional en la Universidad Austral.
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